Título original: Walter Benjamin, vida y arte
Esther Leslie
6 diciembre, 2013
Walter
Benjamin nació el 15 de julio de 1892 en el seno de una acomodada familia judía
asimilada en Berlín, la capital del Imperio de Prusia. El 26 de septiembre de
1940 se suicidó mientras intentaba escapar de la Alemania nazi a través de la
Francia ocupada. Imposibilitado de cruzar la frontera de Francia a España por
no tener visado, enfermo, bajo la amenaza de ser entregado a la Gestapo con la
certera posibilidad de que lo enviaran a la cárcel por marxista y judío, eligió
el suicidio. En los años transcurridos entre estas dos fechas vivió en la
Berlín de la República de Weimar, en París, en Moscú, en Ibiza y en
Escandinavia –con Brecht. En estos diversos hogares europeos fue testigo de
momentos de gran convulsión política, como también de cambios tecnológicos y
sociales. Se ganaba sus muy magros ingresos como escritor independiente
vendiendo ensayos de crítica literaria, artículos de análisis histórico sobre
la cultura y la vida cotidiana, interpretaciones de las nuevas formas de
cultura como el cine y la fotografía. Escribió sobre las teorías del lenguaje y
presentó charlas radiales para niños.
A Benjamin le
atraía una amplia variedad de temas: la literatura de los períodos Barroco,
Romántico y Moderno, la filosofía de la historia, las dinámicas sociales de la
tecnología, el París del siglo XIX, el fascismo y el militarismo, la ciudad, el
tiempo capitalista, la infancia, la memoria, el arte y la fotografía. Dada su
propia existencia precaria como escritor independiente, una de las
preocupaciones clave de Benjamin era la comprensión del cambio de la condición
del intelectual, del escritor y del artista a lo largo del período de la
industrialización capitalista. Rastreó, por ejemplo, el cambiante destino de la
avant-garde en la Francia del siglo XIX. Quería entender las formas en que el
artista se hallaba atrapado por las contradicciones del capital. En sus
estudios sobre Charles Baudelaire, por ejemplo, señaló la manera en la que el
fracaso de la revolución social de fines del siglo XIX y la ineludible ley del
mercado, forjaron una curtida camada de trabajadores del conocimiento condenada
a llevar sus productos al mercado. Esta intelligentsia pensaba que iba allí
solamente a observarlo, pero en realidad, –dice Benjamin–, iban a encontrar un
comprador. Esto desencadenó todo tipo de respuestas: la competencia, el
manifestoísmo, la rebelión nihilista, los bufones de la corte, el periodismo
barato, el ideologismo. Benjamin diagnosticó la condición de los trabajadores
de la cultura que le precedieron, siempre tendiendo a evaluar sus posiciones de
clase y políticas. Reflexionó sobre su propio rol de crítico en un doble
sentido, como crítico literario y como crítico social –y las correlaciones
entre ambos, en particular mientras trabajaba en la propuesta de una revista
cultural y política junto a Brecht y otros, que fuera llamada Crisis y Crítica.
Su ensayo más
famoso, “Das Kunstwerk im Zeitalter seiner Reproduzierbarkeit” [“La obra de
arte en la época de su reproductibilidad técnica”], de mediados de la década de
1930, y su conferencia para un círculo comunista “Der Autor als Produzent” [“El
autor como productor”], de 1934, representaron investigaciones sobre las
posibilidades que se les habían abierto a los trabajadores de la cultura de la
izquierda crítica contemporánea luego de la Revolución rusa y del surgimiento
de nuevas tecnologías de la cultura mediática, notablemente, la fotografía y el
cine. Analizó lo que las nuevas formas de cultura de masas existentes –la
radio, el film, la fotografía, el fotomontaje, los corresponsales de los
periódicos– significaban en el esquema más amplio del mundo social, y de qué
manera los fenómenos como la reproducción en masa cambiaban las relaciones de
los hombres con la cultura del pasado y del presente. Examinó estrategias que
pudieran evitar las presiones que tienen los artistas a ser individualistas,
competitivos o promotores del arte como una nueva religión o una evasión de lo
“político”. Evaluó los esfuerzos del artista para elaborar formas culturales
que no pudieran ser apropiadas por el fascismo.
Una de las
peculiaridades de Benjamin es que sobre él posaron sus miradas muchas y
diversas disciplinas y sectores interesados. Fue reconocido, hasta cierto
punto, por críticos literarios, artistas, teóricos sociales, historiadores,
analistas de cine, sociólogos y filósofos. Ha sido interpretado en una amplia
variedad de formas –formas contradictorias: algunos lo han asimilado con la
corriente del Marxismo Occidental debido a la fuerte influencia que la obra de
Georg Lukács de 1924, Historia y conciencia de clase, ejerció sobre su obra.
Estaba íntimamente familiarizado también con otros representantes de dicha
corriente como Theodor Adorno, Max Horkheimer y Ernst Bloch. Otros lo han
ubicado más en el campo del marxismo activista clásico, aunque esto dentro de
un marco brechtiano, con una afinidad al leninismo y al activismo. Algunos,
incluso, han concebido su contribución a través de la lente de Derrida y el
posestructuralismo, haciendo con frecuencia un fetichismo de la ruina y el
fragmentario –y en última instancia absurdo– sentido de toda forma. Otros han
alineado aspectos de su pensamiento con la filosofía de Heidegger –a pesar del
hecho de que Heidegger representaba para Benjamin una verdadera molestia debido
a su ahistoricismo o, lo que es más, por ser un representante de la mirada
idealista que Benjamin quería ver aniquilada.
Para ler a materia por completo, clicar Revista
de Política e Cultura
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