Título original: La alfabetización politizadora del hombre y transformadora del mundo es llamada educación verdadera
Hernández Calvario L. Carolina*
02 Abril 2013
“Soy sustantivamente político, y
sólo adjetivamente pedagogo”
Paulo Freire
En su informe
de evaluación de 2007, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación
(INEE), pone de manifiesto las condiciones de desigualdad en el servicio
educativo en los diferentes sectores de la sociedad que habitan el territorio
mexicano. Desigualdad que se presenta no solo en las oportunidades de acceso
y en las trayectorias escolares, sino en
los resultados mismos de aprendizaje. En este sentido, pese a que esta
institución reconoce la necesidad de ofrecer una educación diferenciada que se
adecue a las condiciones socioeconómicas y culturales de cada región, los
hechos demuestran que este discurso apenas se concretado en la realidad.
Muestra de ello son los planteamientos que,
recientemente, han generado ciertas organizaciones regionales pertenecientes al
Congreso Nacional Indígena (CNI). Más allá de cuestionamientos a la calidad de
los servicios educativos y la intersección entre las características
contextuales de la demanda educativa y las condiciones de oferta, se comienza a
manifestar de manera cada vez más formal la necesidad de establecer un sistema
educativo que proteja y desarrolle los saberes de sus pueblos, que además de ser
intercultural, multilingüe, democrático y autonómico, “combata el racismo, la
explotación y ayude a enfrentar la amenaza neoliberal y las fuerzas
homogeneizadoras de la globalización” (Rebolledo, 2002).
Para entender un poco más estas luchas en favor de una
educación verdadera, merece la pena dirigir nuestra mirada a la organización
impulsada por ciertos activistas indígenas: los maestros oaxaqueños del
Municipio de San Juan Guichicovi, cuyas comunidades pertenecen a la Unión de
Comunidades indígenas de la Zona Norte del Itsmo, y comunidades zapatistas. Al
servicio de un objetivo de independencia educativa, han desarrollado materiales
de enseñanza alternativos que ilustran una clara oposición a los programas
educativos oficiales; planteándose como objetivo la auto-organización
comunitaria para la transmisión de conocimientos, enmarcados en los proyectos
de aprendizaje de sus propias culturas.
Su lucha se encamina al poder de decidir y vigilar lo
que se transmite en las escuelas; representando con ello un buen indicio de
control colectivo, que busca impartir la enseñanza conforme a determinado
contexto geopolítico y sociocultural; es decir, de acuerdo a las aspiraciones y
necesidades de cada núcleo etnoterritorial. De esta manera, se concibe la
educación como un conjunto de relaciones sociales, y, como tal, determinada
socialmente por las contradicciones materiales que revolucionan la historia de
la humanidad.
En razón de lo anterior, la educación verdadera se
consigue a través del diálogo que considera al hombre como una totalidad, como
emisor y receptor, como hombre con práctica y conciencia crítica; que se
preocupa por el desarrollo de la técnica y la ciencia, para que éstas le sirvan
como vehículo de construcción de su palabra y su historia. Justo lo contrario
de lo que hoy en día se presenta como educación “oficial”, la cual se
caracteriza por deshistorizar al hombre, reduciéndolo a la concepción de un
ente abstracto, que rechaza al sujeto como un ser histórico inserto en la lucha
de clases.
Estos planteamientos encuentran su base teórica en
Paulo Freire, quien además de contar con reconocidas aportaciones a la
pedagogía, que le han valido un amplio reconocimiento en temas de enseñanza,
plantea una propuesta de praxis, de transformación, de creación y recreación
del mundo. En su afán de desmitificar lo que denomina “cultura de la opresión”,
el brasileño concibe a la educación como el mecanismo por medio del cual la
cultura de la opresión se reproduce convirtiendo al hombre-sujeto en hombre-objeto,
es decir, como una de las principales herramientas que permite a las clases
dominadoras afianzar su dirección cultural y control político sobre la
sociedad.
Un buen ejemplo de lo que significa la construcción de
un sistema educativo que se contrapone con la concepción pedagógica hegemónica
de las escuelas oficiales lo encontramos en la Zona Altos de Chiapas, con el
denominado Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista (SERAZ). Han puesto en marcha la primera escuela
rebelde autónoma zapatista, llamada “1º de enero”; cuenta con 62 escuelas
primarias distribuidas en toda la región, con la participación de más de 3300
estudiantes (135 en el nivel secundario) y unos 300 promotores y promotoras. Su
plan de estudios comprende las áreas de aprendizaje que han sido elaboradas a
través de las demandas de las comunidades, intentando dar respuesta al tipo de
educación que las comunidades necesitan (pues parten de priorizar la cultura
propia y todos aquellos elementos que son parte de la cosmovisión indígena).
Movimientos como este entienden que su organización no
va encaminada a pedir mejoras en el ámbito educativo al gobierno mexicano,
porque saben que, si lo hacieran, carecerían de autonomía y se negarían la
posibilidad de crear un sistema educativo propio. Más bien, sus esfuerzos se
dirigen a trabajar de manera organizada por una educación que sirva como un
método y una táctica contrahegemónica a la clase dominante; esto es, como una
forma de lucha en contra de las instituciones políticas e ideológicas que le
son favorables a las clases dominantes, que enfocan sus esfuerzos en el
mantenimiento de la reproducción de la cultura y la condición de opresión en
las clases oprimidas.
*Investigadora de la Universidad Autónoma de México.
Fonte: Econo
Nuestra
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